La filosofía del absurdo: Albert Camus.

La filosofía del absurdo: Albert Camus.

Origen: Nace cuando el filósofo y escritor francés argelino Albert Camus, partiendo del movimiento existencialista se aparta de esa línea filosófica al publicar su manuscrito El mito de Sísifo, una de sus mayores obras filosóficas. También se relaciona con «El extranjero», obra del mismo autor. La filosofía del absurdo está vinculada al existencialismo, aunque no debe ser confundido con éste (hay quienes la consideran un hipónimo de nihilista).






La filosofía del absurdo: Albert Camus.

La filosofía del absurdo o absurdismo es la corriente filosófica que se ocupa de la naturaleza de «el absurdo» y de cómo responder a este una vez el individuo es consciente de él. El absurdo es el conflicto entre la búsqueda de un sentido intrínseco y objetivo a la vida humana y la inexistencia aparente de ese sentido. Se suelen ofrecer tres soluciones al absurdo: el suicidio, la religión o la simple aceptación del absurdo. Sin embargo, Albert Camus resalta la tercera opción debe priorizarse sobre las demás, dado el absurdo habrá de seguir incluso si las dos primeras alternativas son llevadas a cabo. El mito griego de Sísifo suele asociarse al absurdismo: los dioses castigan a Sísifo a empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo. El absurdismo considera la vida moderna como un hecho no menos absurdo que el castigo de Sísifo.









Albert Camus Mondovi, Argelia francesa; 7 de noviembre de 1913-Villeblevin, Francia; 4 de enero de 1960) fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. Sus concepciones se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán.

Cuando un filósofo busca discutir temas como la libertad humana, la autenticidad, el compromiso y las relaciones interpersonales, su tratamiento es inevitablemente abstracto y expresado en términos de conceptos generales o universales. Para Camus, la literatura es una forma de explorar estos problemas en términos de acciones, predicamentos, opciones y acciones individuales. De esta manera, distintos temas que han sido tratados de manera abstracta y general, pueden expresarse de manera concreta y se pueden materializar como expresión dramática.

Un aspecto que ha llamado la atención sobre la trayectoria de Camus es el fuerte conflicto con el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre, el cual surgió a partir de la publicación de El hombre rebelde. Sartre se había vuelto cercano al comunismo, y aunque nunca fue parte del Partido Comunista, estaba comprometido con un proyecto que combinaba el existencialismo y el marxismo.

Se le ha atribuido la conformación del pensamiento filosófico conocido como absurdismo, si bien en su texto «El enigma» el propio Camus reniega de la etiqueta de «profeta del absurdo». Se le ha asociado frecuentemente con el existencialismo, aunque Camus siempre se consideró ajeno a él. Pese a su alejamiento consciente con respecto al nihilismo, rescata de él la idea de libertad individual.

Formó parte de la Resistencia francesa durante la ocupación alemana, y se relacionó con los movimientos libertarios de la posguerra. En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad».

Pensamiento filosófico

La filosofía del absurdo: Albert Camus.
La filosofía del absurdo: Albert Camus.

A través de sus escritos, Camus explora la condición humana de aislamiento dentro de un universo que llega a parecer ajeno, el extrañamiento del ser humano hacia sí mismo, el problema del mal y la fatalidad de la muerte. Se considera que su pensamiento representa la desilusión de los intelectuales en la época de la posguerra. Sin embargo, aunque entendía el nihilismo de muchos de sus contemporáneos, defendía valores como la libertad y la justicia. En sus últimos trabajos, esbozó un humanismo liberal que rechazaba los aspectos dogmáticos del cristianismo y el marxismo. ​El hombre siempre se encuentra en una «condición absurda», en «situaciones absurdas». Camus afirmó en 1956, en una entrevista publicada por Le Monde: «No creo en Dios, es verdad. Y, sin embargo, no soy ateo. Incluso me siento inclinado, con Benjamin Constant de Rebecque, a ver en la irreligión algo de vulgar y de…, sí, de deteriorado».

Absurdismo


Esta idea del absurdo presupone que el ser humano busca un significado del mundo, de la vida humana y de la historia, el cual sustente sus ideales y valores. Se desea la seguridad de que la realidad es un proceso teleológico inteligible, que contiene un orden moral objetivo. Puesto en otras palabras, se busca una certeza metafísica de que la vida es parte de un proceso inteligible direccionado a un objetivo ideal, y que detrás de los valores personales se encuentra el sustento del universo o de la realidad como totalidad.

Los líderes religiosos y los creadores de sistemas y visiones del mundo metafísicos han tratado de saciar esta necesidad. Pero sus interpretaciones del mundo no se sostienen ante la crítica. El mundo se revela, para un ser humano sensible, sin ningún propósito o significado determinado. El mundo no es racional. De ahí surge el sentimiento del absurdo (le sentiment de l’absurde).

La filosofía de la revuelta


Camus tenía una fuerte preocupación por la libertad humana, la justicia social, la paz y la eliminación de la violencia. El ser humano se puede rebelar contra la explotación, la opresión, la injusticia y la violencia, y por el mismo hecho de su rebeldía afirma los valores en cuyo nombre se vuelve rebelde. Una filosofía de la revuelta, por lo tanto, tiene una base moral, y si esta base es negada, ya sea explícitamente o en nombre de cierta abstracción como el movimiento de la historia, lo que comienza como rebeldía y expresión de la libertad, se torna en tiranía y en la supresión de ésta.32​ Para Camus, al igual que la rebeldía, toda acción política debe tener una base moral sólida.

Estaba convencido de que el sentimiento del absurdo, tomado por sí mismo, puede ser usado para justificar cualquier cosa, incluido el crimen o el asesinato. “Si uno no cree en nada, y nada tiene sentido, si no podemos encontrar ningún valor, todo está permitido y nada es importante […]. Uno es libre de atizar el fuego crematorio o dar la vida al cuidado de los leprosos”.

Obras principales

Camus desarrolló sus ideas a través de la creación literaria y de una serie de ensayos que se alejan de las normas de escritura meramente filosófica. En esta sección, se nombran algunos de sus textos no ficcionales más sobresalientes.

El revés y el derecho (1937)
Es una serie de ensayos sobre su vida en Argelia y algunos viajes que realizó en su juventud. Camus considera que esta obra de juventud es el germen del pensamiento que desarrollaría a lo largo de su vida. En este texto conjunta dos polos: el revés representa el silencio del mundo y la aparente ausencia de valor de la vida; y el derecho, la belleza y la aceptación de lo incomprensible del mundo.

El mito de Sísifo (1942)
En esta obra Camus desarrolló ampliamente el concepto del absurdo. Discute el problema de valor de la vida, y se basa en la metáfora de Sísifo, de la mitología griega, para abordar su concepción de la vida humana: Sísifo empuja eternamente una piedra hasta la cima de una montaña, sólo para dejarla caer. De este texto es la célebre frase: «Sólo hay un problema filosófico verdaderamente serio: el problema del suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía».

El hombre rebelde (1951)
Camus pasó de su idea inicial del absurdo a la idea de una rebeldía moral y metafísica. En este trabajo, explora la relación de esta idea con la revolución histórica-política. Este texto representó una ruptura con el marxismo y con el existencialismo, y provocó un fuerte antagonismo entre Camus y Jean-Paul Sartre.

Reflexiones sobre la guillotina (1957)
Este texto es una disertación en contra de la pena de muerte. En él se expresa claramente su preocupación por la reducción de la violencia. Considera como uno de los mayores crímenes al asesinado premeditado e institucionalizado a través de los mecanismos del estado.

Camus concibe al arte como una manera de moldear el mundo más allá de su forma actual, de manera que los conflictos dentro de él puedan ser focalizados. ​ La importancia de resaltar la parte conflictiva de la realidad reside en que, para Camus, el arte es vehículo del pensamiento. De esta manera, se aleja de la búsqueda de representación del mundo en sí, y por lo tanto, de las estéticas de corte realista. Se le ha vinculado, por un lado, con el arte existencialista, y por otro, con el teatro del absurdo.

En la estética de Camus, la ficción no representa la realidad externa, sino que es una expresión libre e inmediata del pensamiento humano. Él criticaba la separación entre arte y filosofía, y sostenía que la unidad de propósito del absurdo es una sola: ​ “No hay fronteras entre las disciplinas que el hombre se propone para comprender y amar. Se interpretan, y la misma angustia los confunde”.

El acto de creación

Para Camus, la creación es una forma de rebeldía humana contra el absurdo. El artista pretende reformular el mundo y dotarlo, a través del estilo, de la coherencia y la unidad de las que carece. Para esto, selecciona fragmentos de la realidad y los combina libremente, lo cual crea en el arte ciertos valores que no existen de manera constante en el mundo, pero que el artista percibe e intenta rescatar del flujo de la historia.

Camus sostenía que Hegel había propiciado el pensamiento nihilista al considerar la historia como una reconciliación entre lo singular y lo universal. Así, la historia dejó de ser considerada como única fuente de valores. Camus cree que esta reconciliación se da de manera más clara en el arte, dado que la exigencia de la rebelión es, en gran medida, una exigencia estética. Camus proclama que el goce absurdo por excelencia es creación, y cita a Nietzsche: “El arte y nada más que el arte. Tenemos el arte para no morir de la verdad”.

Obras principales

El extranjero (1942)
Esta novela muestra la alienación propia del siglo XX a partir de un personaje que se ha interpretado como la imagen de lo que Camus concebía como el hombre absurdo. En esta obra, Camus explora la idea de la acción sin significado dentro de la consciencia del absurdo. El protagonista es condenado a muerte, pero, más que por matar a un hombre, la condena responde a que éste nunca dice más que lo que siente y a que no se conforma con las demandas de su sociedad.

La peste (1947)
En La peste, Camus trata de manera simbólica una epidemia en Oran. Los personajes se preocupan más por encontrar la dignidad y la fraternidad humana que por acabar con la epidemia misma. ​ Esta obra explora la pregunta de si puede o no existir un santo ateo. El hombre absurdo vive sin Dios. Pero eso no significa que no pueda entregarse al bien de los demás hombres a través del autosacrificio. Si lo hace sin esperanza de una recompensa, y consciente de que no es significativa ninguna forma específica de actuar, muestra la grandeza del ser humano precisamente en esta combinación entre el reconocimiento de la futilidad última y una vida llena de un amor que lo lleva al sacrificio. Expresa que se puede ser santo sin ilusión.68​

La caída (1956)
La caída muestra la preocupación de Camus por el simbolismo cristiano y expone de manera irónica las formas más complacientes de la moralidad humanista secular. ​ Por otro lado, la obra trata el problema del mal. El protagonista, Clamence, se refiere a la “duplicidad básica del ser humano”, y expresa que el origen del mal es el humano mismo.

– Lúcido pensador, novelas como “El extranjero” o “La peste” son muestras de su humanismo activo y sin dobleces.

El 4 de enero de 1960, en un absurdo accidente automovilístico, moría Albert Camus. Novelita, filósofo, ensayista social, periodista de combate político y dramaturgo.

Lúcido pensador contemporáneo, novelas como El extranjero o La peste son claras muestras de su humanismo activo y sin dobleces en la búsqueda de romper con la hipocresía de los dogmas que anestesian la sensibilidad de las sociedades. Y alertan contra los totalitarismos de cualquier especie.

Nacido en Argelia, cerca de Constantina, el 7 de noviembre de 1913, su madre, Catalina Elena Sintes, nació en Birkadem (Argelia), de la familia originaria de Menorca (España), era analfabeta y además padecía una aguda sordera. Fue esta mujer quien enseñó a Albert Camus tanto los idiomas español y catalán, que en ambos casos dominaba a la perfección. Su padre, Lucien Camus, según los biógrafos trabajaba en una finca vitivinícola, cerca de Mondovi, para un comerciante de vinos de Argel. Era alsaciano de origen, como muchos otros llamados por los racistas y xenófobos de la metrópoli francesa pieds-noirs (pie negro) que habían huido tras la anexión de Alsacia por Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana de 1871. El padre de Camus fue movilizado durante la Primera Guerra Mundial(1914-1918), fue herido en combate durante la Batalla del Marne y falleció en el hospital de Saint-Brieuc el 17 de octubre de 1914. Este luctuoso acontecimiento motivó el traslado de la familia a Argel, a la casa de su abuela materna. De su padre, Albert sólo conservaba una fotografía y una significativa anécdota: su señalada repugnancia ante el espectáculo de una ejecución capital. Este tema reaparece con una profunda reflexión sobre el tema sobre el final de la novela El extranjero.

En su difícil infancia Camus frecuentaba los muelles y suburbios populosos, donde interaccionó con los segregados por el colonialismo imperial francés. Esto le permitió comprender las injusticias y la necesaria tenacidad para enfrentar la dura vida de los más desfavorecidos. Afirmaba con férrea convicción que había aprendido mucho más sobre la ética y la justicia jugando al fútbol en los andurriales que en las aulas universitarias donde estudió filosofía. Las influencias sobre Camus las ejercieron sus vivencias en los sectores populares sometidos al coloniaje francés, y las lecturas que le proveyó su tío, un carnicero simpatizante del filósofo Voltaire y las ideas anarquistas. Este contacto familiar y el abordaje de los libros de Proudhon, Bakunin, Kropotkin y Malatesta forjaron en él una personalidad singular de un fuerte talante y singular carácter socialista libertario.

Comenzó a escribir a muy temprana edad: sus primeros textos fueron publicados en la revista Sur, fundada y dirigida por Victoria Ocampo en la Buenos Aires de 1932. Tras la obtención del bachillerato, obtiene un diploma de estudios superiores en letras, en la rama de filosofía. La tuberculosis le impide participar en el examen de licenciatura.

Limitado en sus recursos materiales, sus contemporáneos de entonces recuerdan al joven Camus como redactor de publicaciones estudiantiles y ávido lector de literatura clásica y la filosofía.

En 1935 Albert Camus comenzó a escribir El revés y el derecho, que publicaría en 1937. Ese año funda en Argel El Teatro del equipo que reemplaza al Teatro del Trabajo. En esa época rompe con el Partido Comunista por serias disidencias que lo indignan, como la firma por parte de Stalin del pacto con Hitler y su apoyo a la autonomía del PC de Argelia respecto del Partido Comunista Francés. Trabaja en el Diario del Frente Popular, creado por Pascal Pia: su investigación “La miseria de la Kabylia” tiene un resonante impacto, según reseñan sus biógrafos y contemporáneos.

En 1940, el gobierno general de Argelia prohíbe la publicación del diario e intriga para que Camus no pueda hallar trabajo: lo ponen en una “lista negra”. Camus deberá emigrar a París y allí trabaja como secretario de redacción en el diario Paris-Soir. A partir de1943 será lector de textos para la editorial Gallimard, importante sello parisino, y toma a su cargo la responsabilidad de dirigir el periódico Combat cuando Pascal Pia es llamado a ocupar otras funciones en la Resistencia antifascista contra los alemanes, en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

En 1948, el anarquista Andre Prudhommeaux lo presentó, por primera vez, en el movimiento anarquista, en una reunión del Círculo de Estudiantes Anarquistas, como simpatizante que ya estaba familiarizado con el pensamiento ácrata Camus escribió a partir de entonces para publicaciones de esta tendencia ideológica, apareciendo sus notas en Le Libertaire (precursor inmediato de Le Monde Libertaire), Le Révolution Proletarienne y Solidaridad Obrera (de la CNT). Camus, junto a los anarquistas, expresó su apoyo a la revuelta de 1953 en Alemania Oriental (satélite de la URSS). Apoyó con firmeza a los anarquistas en 1956, en principio a favor del levantamiento de los trabajadores en Poznan (Polonia) y, luego, en la revolución húngara. Era un miembro de la Fédération Anarchiste. Poco antes de su repentina muerte, Camus envío a Reconstruir –la revista de la Federación Libertaria Argentina– un ensayo que se publicaría en la Región Argentina de modo póstumo acompañado de una carta dirigida a los compañeros y compañeras de este lugar del mundo.

Hay en Albert Camus una clara vocación por comprender la sociedad de su tiempo y el absurdo de la existencia humana. Ensayos como El mito de Sísifo y El hombre rebelde son trabajos insoslayables para una reflexión en profundidad sobre las contradicciones del mundo en que vivimos, no han perdido vigencia y por el contrario muchas de las reflexiones allí contenidas mantienen su vigor.

Afirma el escritor y ensayista argentino Carlos Penelas: “En el momento de su muerte se encontró en su portadocumentos el manuscrito inconcluso de la novela que estaba escribiendo El primer hombre, una verdadera joya por cierto”.

Obras de teatro como Estado de sitio y Calígula son lúcidos alegatos contra el despotismo, también los cuentos de volúmenes como El exilio y el reino.

Los artículos publicados por Camus en el periódico Combat durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, dan cuenta de la complejidad de las tramas de poder y la imprescindible necesidad de nuestra especie de asumir una rebeldía esperanzada, una resistencia solidaria, con los oprimidos y explotados de toda latitud. Sus escritos son un lúcido llamamiento a que, según sus propias palabras, no permitamos ser convertidos en víctimas pero tampoco nos transformemos en verdugos.

La tumba de Albert Camus está en Lourmarin.

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